Es imposible que un país renueve su sistema productivo en beneficio de un país cuando el primer impedimento que se encuentra el sector privado (autónomo, no subvencionado y no favorecido) es una competencia impuesta a dedo que se queda con los mejores contratos donde priman ante la eficiencia y el precio, los amigos.
Tenemos claros ejemplos desde hace años pero por suerte ahora se ponen de manifiesto cada día más casos de corrupción encubierta. Y ya no sólo en sectores tradicionales como la construcción sino en otros que sí podrían ser un punto de partida para la renovación productiva del país. Un claro ejemplo fue la concesión de la web de El Senado por un precio exagerando y donde no se dieron posibilidades de participar en el concurso a empresas que no cumpliesen los “estándares” (ya sabemos qué estándares). Lo sangrante de aquel tema, ya no sólo fue el precio sino que a muchísimas empresas se las dejó fuera a la hora de poder competir. Y no cabe duda que la competencia favorece la eficiencia y en última instancia el progreso y desarrollo de una economía.
No se puede concebir un supuesto sistema de libre competencia cuando éste no es tal. Pues se crean sistemas competitivos ineficientes donde por un lado se incita a la competencia y por otro lado se lastra. De este modo, es imposible competir a nivel internacional pues las empresas más eficientes no alcanzar una masa crítica de trabajo que les permita invertir hacia mercados extranjeros pues los contratos más jugosos son para otros menos eficientes. Y éstos últimos, no son competitivos a nivel internacional pues sus beneficios no provienen de ser eficientes (respecto a precio o calidad) sino de la dedocracia, por tanto no tienen incentivos para “mejorar” y por lo que las empresas extranjeras “las comen”.
El primer lastre de la economía española es que no se permite crecer a los mejores por sus propios méritos mientras que otros peores sí lo hacen a costa de todos.
Por antonomasia 
#1 por Piracetam el enero 21, 2013 - 1:47 pm
Esta nueva forma de competencia no ha afectado a todos los países y empresas por igual. En alguna manera extremadamente simplificada se podría decir que un puñado de innovaciones de empresas japonesas en los sectores automotriz, semiconductores, computadoras, microelectrónica, equipos de oficina, máquinas- herramientas sacudieron a las empresas norteamericanas y europeas pues ocuparon agresivamente importantes posiciones del mercado internacional y cubrieron importantes segmentos de sus mercados internos . Las empresas norteamericanas fueron las más perjudicadas pues fueron expulsadas de sus confortables posiciones oligopólicas conquistadas desde la postguerra. Por su parte en Europa, cuando incluso la asistencia gubernamental supranacional (Comunidad Económica Europea) fue incapaz de seguir protegiendo las empresas de esta competencia (mediante barreras y recursos de capital para el desarrollo de nuevos conocimientos y tecnologías) las empresas tuvieron que enfrentar la tarea de mejorar sus capacidad de competir internacionalmente. En este sentido, la nueva era de la competencia internacional está basada en un puñado de miles de grandes e innovativas empresas líderes que desarrollan sus actividades en un reducido número de ramas industriales; no más de una docena de industrias de alta tecnología e intensivas en uso de capital que tienen como objetivo servir a los tres mercados más importantes y dinámicos: Estados Unidos, Europa y Japon.